“¡RIN, RIN…!” “¿ALÓ… ¿QUIÉN ES…? ¿QUIÉN LLAMA POR FAVOR…?”
Así empieza la canción infantil de Yola Polastri* “El telefonito” y la traigo a colación, porque dice que “El telefonito es una necesidad…” . Sí, es una necesidad; es casi una omnipresencia moderna, en especial en su versión celular/personal. Atrás quedaron los teléfonos fijos de disco o los de teclas numéricas, que estaban unidos a un cable, que limitaba la distancia, en la cual el usuario del aparato podía desplazarse mientras hablaba…
Hoy hay un teléfono celular sobre la mesa, en el bolsillo del blue jean, de la camisa, del saco, de la cartera o en cualquier lugar, haciendo posible, en principio, comunicarse a distancia (sin importar cuánta) y hacer muchísimas cosas más. Una verdadera maravilla de la tecnología, que hace algún tiempo solamente existía en la ciencia ficción, usaba el detective de los comics, Dick Tracy en la muñeca, aunque este era un radio transmisor/receptor o un teléfono…
Sí, hoy, el teléfono es una maravilla multiusos… ¡O un incordio desesperante!
Me refiero al uso que se le da a este aparatito para “invadir” la vida de las personas, hacerla insufrible y, a veces -muchas veces- desear no tenerlo. A todos nos pasa que llaman repetidas veces, desde diferentes números, para ofrecernos algo, desde “más espacio” para usar con el celu, hasta, en verdad, casi cualquier cosa. “Publicidad telefónica”, le dicen y es lo más alejado de la publicidad que pueda haber, porque si bien son “mensajes publicitarios” los que transmiten (con ofertas directas de venta por lo general), la publicidad no puede ni debe ser invasiva, molesta,
perturbadora, inoportuna, odiosa…
La publicidad no debe meterse en nuestro espacio privado, pero “gracias” al celu se esconde en nuestros bolsillos, está en cualquier parte y utiliza un medio que usamos para la comunicación. Nuestra comunicación.
Es decir que esa “publicidad” nos invade y pongo la palabra entre comillas, porque no es publicidad, sino un modo de acoso, que dicho sea de paso, está penado y si no lo está, debería estarlo…
Es que soy un convencido que la publicidad no es “cualquier cosa”, no es algo delincuencial y nadie tiene el derecho de convertirla en algo así.
*Mi homenaje a la inolvidable Yola Polastri, “La chica de la tele”, recientemente fallecida. La recordaremos siempre.
Manolo Echegaray.