AMOR A PRIMERA VISTA
Me enamoré de la publicidad cuando era chico y miraba revistas como “Maribel” o “Para ti”, que mi madre leía. Eran publicaciones argentinas, dedicadas a las mujeres y por extensión a la familia…
Mi madre las leía y yo las hojeaba, mirando… ¡porque todavía no sabía leer! Me atraían los avisos, sus dibujos y colores; era algo magnético y ahora que lo pienso, evidentemente era lo gráfico aquello que llamaba tan poderosamente la atención…
Después vinieron las palabras y con el tiempo fui entendiendo poco a poco lo que esas letras querían decir y hasta hoy recuerdo lo que tal vez fue la primera comprensión de una frase publicitaria: “Dolores se va con Geniol”. Nunca la voy a olvidar…
Así fue “entrando” la publicidad en mí, hace ya una punta de años. Me gustó desde siempre. Me pareció divertida y la combinación de lo gráfico con las palabras, me pareció maravillosa. Incluso, a los diez u once años, en un cuaderno, pegaba los avisos que más me gustaban y que podía recortar de revistas…
Nada me gustó tanto como la publicidad, nada me gusta tanto como la buena publicidad y si con timidez quise empezar a tanrear el terreno, ofreciendo lo que creía saber hacer, el destino me llevó a trabajar y desarrollarme en esa “otra parte”, que es la redacción, pero siempre imaginando, creando, divirtiéndome.
No sé si lo he hecho bien, pero lo he pasado super bien. Tuve la suerte de vivir, haciendo lo que me gustaba (y que otros llaman “trabajo”). Cuando me ofrecieron a mitad de los ’80, “enseñar” creatividad, me asusté, pero también creí que podía compartir lo que había ido aprendiendo en quince años y, en realidad, lo que hice durante treinta y cinco años fue tratar de transmitir mi entusiasmo a -me parece increíble- miles de chicos y chicas que se acercaban a esa caja de sorpresas mágicas llamada creatividad publicitaria.
¡Gracias a todos…! ¡Gracias, muy personales, a la
publicidad!
Manolo Echegaray.