ACHICA PRECIO II

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ACHICA PRECIO II

En mi primer encuentro con la comida japonesa, conocí a Toshiro Konishi, en el restaurante Matsuei, de la avenida Canadá, en Lima, donde era itamae asistente, del famoso itamae Noburo Matsushisa (nada que ver con Matsushita o con Matusita), hoy internacionalizado, con restaurantes japoneses en NY, Los Ángeles y otras ciudades del mundo…

Allí, en la barra, cometí el error de todo novato en gastronomía japonesa, de confundir el verde wasabi con una especie de puré de palta y luego de seguir las instrucciones de Toshi: “Echa en platito de sillau y moja ahí…”, distraído, puse el verdecito puré en el platito con sillau y mientras conversábamos, un rato después, mojé uno de los rolls de arroz y al llevármelo a la boca
descubrí con desesperación el napalm… ¡No podía sino pedir agua, lagrimear y sentir que un fuego asesino me llenaba la boca y amenazaba con bajar por la garganta…!

Toshi se rió y yo, desconcertado, miraba a todos lados hasta que vi que el sillau, de marrón oscurísimo, había cambiado a un color crema claro, producto, colegí después, de la reacción química que se produjo al ser mezclado con el wasabi…

Así conocí a Toshi y a lo que yo llamo napalm comestible…

Cuando de National me pidieron hacer el guion para el comercial de tele que presentaba un nuevo procesador de alimentos de la marca, encontré que era igual al que la competencia había lanzado con éxito, bastante antes al mercado, salvo que en la base, el de National, tenía tres “patitas” o pequeños chupones que se adherían a la superficie del mueble de cocina donde
estaba, impidiendo que la vibración natural del aparato en funcionamiento, lo hiciera desplazarse…

Bueno… Al empezar a pensar en el guion, asocié a la marca del artefacto (japonesa), con algo que mi amigo Alfonso Maldonado, dueño de la casa productora Cine70, me había dicho alguna vez, en broma: “¡Seguro que dentro de cada artefacto eléctrico japonés, hay cientos de japoneses minúsculos que corren de un lado para otro, ajetreadísimos, y lo hacen funcionar…!” . Se me ocurrió que el comercial mostraría una “competencia”, picando verduras, entre un itamae japonés con su cuchillo y un ama de casa con su procesador National. Tengo que advertir que Toshi ya había protagonizado un comercial de algo que no puedo recordar, donde cortaba velozmente un tomate, mientras decía “¡Poco tomatito…!” y por eso, ya era ampliamente conocido…

Fue pues, cuando Cine70 produjo el comercial, y que Toshi, fuera quien encarnaba al itamae japonés… En la “competencia” ganaba en velocidad, por supuesto, el ama de casa, con su procesador National; el spot terminaba con la imagen del procesador y abajo, por una pequeña “puerta” que existía en él, donde se guardaba el cable de conexión, un Toshi chiquitito, vestido de itamae, hacía adiós y entraba, cerrando la puerta, para dar a entender que en el “corazón” del procesador habitaba un verdadero itamae japonés, “campeón” en picar verduras o frutas…

El comercial fue un éxito y allí empezó esa asociación que se mantendría por muy largo tiempo y un sinnúmero de comerciales, donde el Instituto National de publicidad, Toshi, Cine70 y yo, seríamos protagonistas…

Había nacido “el japonés de NAtional” y el siguiente comercial, fue para una promoción con grandes descuentos que National ofrecía y se me ocurrió hacerle decir a Toshi: ”¡National, achica precio!”… Ahí nació lo que se convertiría en el “apodo” de Toshiro Konishi y una frase publicitaria famosa, que se recuerda hasta hoy…

Sí, ha sido un largo camino para llegar a explicar una simple frase publicitaria, pero creo que esta farragosa historia retrata bastante bien lo múltiple que interviene en la construcción de una frase de solo tres palabras, que incluye la mara publicitada…

Termino aquí, diciendo, como dirían los japoneses, ¡Arigato!, o sea, ¡Gracias!

Manolo Echegaray.

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