“¿Y AHORA QUÉ TE TOMAS TÚ…?”

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“¿Y AHORA QUÉ TE TOMAS TÚ…?”

La respuesta en la antigua frase publicitaria era: “Lo de siempre… ¡TÉ SABÚ!”.

Esa y muchas otras frases publicitarias vienen a mi memoria y me doy cuenta (y me asombro) de cómo sobreviven, cuando la mayoría son bastante banales, poco importantes…

“El casado casa quiere y muebles COSTA prefiere”, “Mejor mejora MEJORAL”, “¿Es un COCOROCO lo que toco?”, “Bueno con B de BASA”, “Café- café…¡CAFETALl!”, “Cierres REY, el rey de los cierres”, “¡RADIO RELOJ da la hora!”, “Aceite COCINERO, de los buenos… ¡el primero!”, “Sin mi NESCAFÉ… ¡no arranco!”, “No me diga linda… ¡dígame CAMAY!

Así podríamos seguir, exprimiendo a la memoria, pero creo que lo que hace recordables a estas frases o eslóganes, es en primer lugar un ingenioso uso de las palabras, versificaciones sencillas, la presencia de la marca publicitada y luego, la frecuencia con que se emite o publica…

La creatividad entra a tallar en la primera parte y en la segunda, pero no menos importante, la dosificación de los mensajes, porque, aunque se diga que “toda repetición es una ofensa”, lo cierto es que, en publicidad, la repetición adecuada del mensaje (comercial, aviso, frase o eslogan) es un factor crucial para el éxito…

Quisiera detenerme aquí, porque uno de los mayores “peros” que se le ponen a la publicidad es la cantidad – muchas veces desmedida- de la transmisión del mismo mensaje; esto sucede porque no se mide bien la frecuencia de exposición, llegando a aburrir al público, a atosigarlo y a obtener el efecto contrario al que se buscaba… “¡Odio a la publicidad!” son una frase y a la vez un sentimiento negativo, producidos
por la publicidad misma…¡mal dosificada!

Repito la misma frase que uso siempre: “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”… ¡Amén!

Manolo Echegaray.

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