Dos madres, muchos hijos

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Me parió una madre: fuerte, hermosa, extrovertida.

Me adoptó otra: cálida, abrazadora, sorprendente.

¿Hija de quién soy? De ambas no tengo dudas.

De ellas tomé lo que pude de lo mucho que me dieron, me gusta pensar eso, que soy de las dos y que esa condición me hace una privilegiada, que ambas me alimentaron diciendo y haciendo, como las verdaderas madres, como las buenas madres, y que de sus regazos salí llena de curiosidad y con hambre de hacer, todo el tiempo hacer. Porque mamé creatividad, recurseo, chamullo y floro.

Quizá me hice publicista por eso, y para ser también madre de varias y diversas criaturas que pasaron a ser, creo yo, una respetable prole, que comparto orgullosa con quienes dieron y siguen dando vida conmigo a todos esos críos que no paran de nacer, día a día. Ese es otro privilegio.

Ahora que van saliendo las palabras y los recuerdos, caigo en cuenta que de mis dos madres aprendí la lucha y vi dos historias en dónde nada resultó fácil, en donde nada sigue resultando fácil. Quizá soy publicista también por eso.

Estoy en otro lugar ahora? no. Sigo en esta enorme sala de parturientos y parturientas esperando el momento de alumbrar, ese momento glorioso, que conocemos tanto y que, a veces, es tan esquivo.  

Tanto pujar, tanto reír, tanto llorar. Tan del tango, tan del vals.

Oficio de parir a diario vine a elegir. Debe ser porque tengo dos madres.

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